Desde que mi hija llegó a este mundo, siempre he tenido muy claro lo que quería para ella, con respecto a su manera de crecer, de aprender, de criarse... Está claro que toda madre o padre es algo que tienen siempre muy en cuenta, y que cada uno hace las cosas a su manera en casa, como sabe, como cree que es mejor, como le han enseñado o han visto en su propia familia, pero en concreto yo, no quería que repitiéramos con la peque, ciertos patrones que yo he vivido en mi propia familia.
Desde que nació ella ha dormido con nosotros, ha tomado teta a demanda, ha explorado el mundo cómo ha querido, siempre y cuando no estuviera en riesgo su integridad física, por supuesto, hemos intentado ir poniéndole los límites a medida que veíamos que iba madurando, y siempre hemos acudido a su lado en el momento que ha soltado la primera queja. Nunca la hemos dejado llorar en soledad, ni hemos dado por hecho que nos quería tomar el pelo con sus reclamaciones.
Nuestra pequeña tiene 32 meses, es una niña muy, pero que muy comunicativa, no puede estarse callada ni quieta, casi ni un momento, y constantemente quiere hacer todo ella sola, aunque, como es lógico no puede. Ante desconocidos no suele reaccionar con desconfianza y entabla amistad con todo aquel adulto o niño que le hace algo de caso y le sigue el juego. Le encantan los perros y siempre que vemos uno le pregunta a su dueño/a si lo puede acariciar, antes de tocarlo (es algo que yo siempre le he recalcado, aunque ella siempre ha sido bastante cauta al respecto, pero sin tener miedo). Es algo testaruda, pero me doy cuenta que a medida que va creciendo cada vez entiende más las cosas y me hace mas caso, con lo cual nuestro día a día se hace cada vez mas llevadero para los tres. Pero me alegra decir que nunca la obligo a hacer nada que ella no quiera, y que siempre la intento convencer de las cosas explicándoselas. Cuando era más pequeña, era más complicado, y a veces cuando teníamos que hacer algo que ella no quería todo era un drama, porque terminaba llorando y me hacía sentirme la peor madre del mundo. Esas rabietas han estado presentes en nuestra rutina diaria hasta hace poco, y me preocupaban mucho, pero de un tiempo a esta parte me estoy percatando de que ya no aparecen con tanta frecuencia, y eso me lleva de alegría.
Creo que como toda madre a veces dudo de si lo estamos haciendo bien con nuestra hija, y a veces me da la sensación de que la respuesta es positiva, pero también es cierto que a veces no lo tengo tan claro. Si alguien ha leído este post hasta aquí pensará que soy una de esas madres (que las hay), tranquilas y pacientes con sus retoños, pero lo cierto es que no. Como digo, intento que todo sea así, amor incondicional, largas y pacientes explicaciones, mantener la calma cuando las explicaciones no funcionan, y saber en todo momento cómo reaccionar, pero la verdad es que también pierdo la calma y me enfado, y por supuesto, luego me arrepiento. Sé que soy humana, que no puedo ser perfecta, que a veces pongo a mi hija delante de la tele o del ordenador para que vea dibujos y así poder descansar de ella (esto es algo que me hace sentir fatal), que a veces prefiero ir a los sitios sin ella, que a veces me gustaría que su padre y yo pudiéramos tener más intimidad... Y por todo ello dudo también y me siento culpable...
Creo que todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras, creo que es imposible ser siempre una balsa de aceite (aunque a veces me gustaría), creo que a todo lo ya expuesto habría que sumarle muchas más circunstancias de nuestra vida que hacen que todo no sea tan idílico como a mí me gustaría, pero aun teniendo todas estas escusas, seguiré intentando ser mejor madre cada día y teniendo muy presente lo que no quiero para mi hija, lo que no quiero que recuerde de su infancia.
¿Y tú, tienes dudas???