Hoy he querido recordar una de mis colaboraciones en De tú a tú, aquí os la dejo...
Desde que soy madre me vienen a la mente con mucha frecuencia recuerdos de mi infancia mas temprana. A veces no son ni si quiera recuerdos, y son mas bien sensaciones o sentimientos que siempre he tenido dentro, pero que ahora mas que nunca los noto y vuelven a mí con mucha frecuencia…. Unas imágenes borrosas de algo que me ocurrió con apenas dos años, y siento claramente lo que sentía en aquellos momentos…, las manos de mi madre o su escote, que me traen recuerdos de un amor infinito y sensaciones muy diversas, que van desde la mayor felicidad, miedo mas profundo, o sentimientos de soledad….uffff.
Ahora que soy mamá y mirando crecer a mi pequeña, me doy cuenta de que gran parte de los problemas psicológicos y pequeñas o grandes fobias que tenemos de adultos son causados por el trato que recibimos de nuestros padres o por sucesos que nos han marcado en esta tierna etapa, y por desgracia hay mucha gente que nunca llega a saber el porqué de aquello que siente en lo mas profundo de su ser, y que le impide ser feliz del todo en su vida.
Sé que hay gente que pensará que exagero, hay muchos que pensaran que ellos no tienen un mal recuerdo de su infancia y que fueron muy felices, realmente a estas personas las felicito de corazón, y tampoco quiero decir que tengan que ser traumas, pero a lo que me refiero es a que puede que muchos de nuestros comportamientos en nuestra vida cotidiana, pequeñas manías, o pequeñas fobias, son debido a lo que hemos vivido como niños o incluso bebés.
Me viene a la mente algo que he leído muy recientemente y que, de forma exagerada y cruel, explica lo que quiero decir; hay un experimento que fue realizado por el padre del conductismo, John Watson, que consistió en lo siguiente: Seleccionó a un niño sano y mentalmente estable, de 11 meses y le fue mostrando distintos objetos o animales de color blanco, y al mismo tiempo, cada vez que le colocaba uno de ellos delante, por detrás de él, y a la altura de su cabeza, sonaba un fuerte golpe con un martillo. Después de varias repeticiones de la secuencia cada vez que el niño veía algo de color blanco lloraba desconsoladamente, aunque ya no sonara el martillazo. Este experimento es realmente duro y cruel, fue realizado a principios del siglo xx, y hoy día sería impensable, lógicamente, pero con él se dio paso a que se utilizaran métodos conductistas, para cambiar las conductas desde edades bien tempranas.
Seguramente muchos de los que estén leyendo esto se habrán llevado las manos a la cabeza, y pensarán que hoy en día nadie usa estas técnicas, pero os diré que en la crianza de los niños se siguen utilizando, y mucho. Por supuesto, no tan “a lo bestia”, pero a mi modo de ver siguen siendo la peor forma en la que se puede educar a un niño.
Me imagino que todos conoceréis el programa de “Supernani”. Yo lo veía antes de tener a mi hija, pero después, cuando ya era mamá, me fui dando cuenta de que era todo demasiado fácil para la Supernani esta, y llegaba a plantearme, que tal vez esos papás angustiados porque sus pequeños no les hacían caso, no eran tan inocentes como se le intentaba hacer ver al espectador, y que seguramente hubieran sido ellos los que no estaban haciendo las cosas del todo bien con sus hijos y por esta causa, sus pequeños, ahora eran indomables. En este programa reconducían la conducta de los pequeños de la misma forma que en el experimento de John Watson, pero de forma light, con refuerzos positivos o negativos, pero que en el fondo viene a ser lo mismo, y en poco tiempo hace que niños que tienen algún problema mas profundo, se comporten tal y como quieren sus papás. En este programa todo el mundo le daba las gracias a Supernani, pero realmente era todo un show, ya que seguramente en poco tiempo todo volvería a ser como antes, porque al no profundizar en nada, los padres volverían a caer en los mismos errores, y los hijos, al no saber expresar sus sentimientos de otra manera volverían a hacer lo mismo que hacían antes.
Lo que yo quiero decir con todo esto es que muchas veces se muestran a los niños como pequeños desalmados, que hacen la vida imposible a sus papás, con sus rabietas, caprichos y cabezonerías, pero no es así. Ellos son un fiel reflejo del trato que reciben de sus padres. Yo sé que mucho de lo que hay en mi se lo debo a mis padres que, por suerte o por desgracia, ha influido en mi forma de ser, y sé que a mi pequeña también le trasmitiré mucho de mi, pero lo que no haré nunca es utilizar métodos en los que no se cuente para nada con la voluntad de mi pequeña, premiando de forma gratuita por aquello que yo deseo que haga, o por el contrario darle un refuerzo negativo si ha hecho algo que a mi parecer está mal.
Lo que yo haré será contar con ella, explicarle el porqué de las cosas, tener mucha paciencia, y darle mi ejemplo. Sé que será mas lento, pero también sé que será mas sano. Que si mi hija tiene un comportamiento que yo creo que no es el correcto, primero tendré que revisar qué es lo que ha podido provocarlo, hablando con ella, y si todavía es muy pequeña para poder contármelo, estaré muy alerta para intentar averiguarlo, pero nunca daré por hecho que el error está en ella, si no que todo tiene un porqué.